BRISAS HELADAS / Reflexiones y Diario.
10 de Abril de 2013, estreno de la obra de teatro.
Miro Brisas Heladas y se aparece Nueva York, y esta frase puede parecer extraña, absurda, simpática o hasta pedante. Pero hay una conexión que me resulta inevitable. Esa historia de los dos hermanos en ese departamento, bien podría ser un departamento del Bajo Manhattan, del Barrio Chino o Little Italy.
La cultura «americana» atraviesa la obra, la cultura popular que está metida en nuestras venas por el cine y la literatura. El pulp de las historias policiales, Gershwin y Someone to watch over me o Bowie bailando en una disco de Manhattan o el tema de LCD Soundsytem que suena en el teatro y que nos sirve para verlo en su soledad a Bruno. O esa percusión que acompaña a Mabel y que nos lleva directamente a los 70 con un dejo a Saturday Night Fever y las bandas de sonido hechas por David Shire. Otra vez la cultura pop abrazándonos. Los miro a estos personajes y los siento cerca -salvando las diferencias- de esos perdedores de Sam Shepard, de Fool for Love. También podrían ser los hermanos de la película Shame (otra vez NY), pero Mabel y Bruno no son «tan cool». Pero la raíz de todo también la puedo buscar en Torrentes de Amor, en esa Gena Rowlands que no encuentra su eje y busca refugio en su hermano, el último y maravilloso personaje que compuso John Cassavetes. Pero las similitudes terminan ahí, mientras Torrentes … es una historia de amor y desamor, Brisas Heladas es una historia de amor, locura, traición y muerte.
Miro Brisas Heladas y veo a Rosario en Nueva York porque la influencia del género radica ahí, en ese espacio del que nos apropiamos a pesar que en verdad se apropió de nosotros, de nuestra mirada y nuestras cabezas. NY es vintage y moderna. Brisas intenta ser moderna con un toque vintage. Busqué que la obra tenga una onda 60 pero diseñada en el siglo XXI. Terminé de escribir la obra de teatro en Nueva York y quería que algo de ese toque estuviera de cuerpo presente en la obra. Algo había que traer de allí. El vestido que usa Mabel lo compré en la Quinta Avenida, mientras terminaba de escribir Brisas Heladas en el mismo hotel que alguna vez frecuentó Faulkner. De la ventana de ese hotel saqué las fotos que como cuadros decoran el departamento de Bruno. Pero ¿qué importa si el vestido es de una tienda de la gran manzana o las fotos son de esos rascacielos tan conocidos? ¿Habría diferencia si el vestido es de una tienda de calle San Luis de Rosario, del Once porteño o las fotos son de edificios de la Avenida Pellegrini?
La mezcla, somos producto de la mezcla, de mirarnos en el espejo equivocado para encontrar el reflejo que nos corresponde y poder andar con tranquilidad por el camino incorrecto que nos lleva al lugar donde siempre quisimos estar. Y esa mezcla de cultura pop global con la cultura pop argie, invita a que convivan en este relato Steve Mac Queen con Mar del Plata y La Bristol o Charles Manson y Barbra Streisand al lado del niño prodigio de Odol Pregunta. Brisas Heladas es el resultado de los cruces y del largo recorrido de la mirada y de ese camino tan particular que hace años empecé a andar y que me colocó en este lugar, tan inestable como seguro, tan fascinante como aterrador. Este lugar en el que soy feliz, escribiendo, dirigiendo y hasta animándome con la música, sin importarme la forma, el soporte. No se si se trata de teatro o de algo parecido, but I like it y es así. Gozar, el arte es gozar, aunque no sea arte o aunque lo sea. El arte es un artificio arbitrario y antojadizo, como Brisas Heladas, pero cuando pienso en la obra el artificio pasa a un segundo lugar y lo que me queda justamente es el goce de ver los cuerpos de los actores en acción, porque creo que lo que allí pasa es lo que quiero ver, porque me sorprende, aunque yo haya escrito esa línea de texto. Y esa es la magia de lo que sucede en ese espacio sacro y profano, popular y culto, del que nos apropiamos sin pedirle permiso a nadie y como inconscientes nos largamos a mentirle durante más de una hora a cientos de personas que desean que la mentira sea tan real como los disparos en escena.
Hacer una Película
Cada vez que empiezo un proyecto aparecen dos preguntas:
¿Para qué hacer la película?
Y si me respondo afirmativamente esta pregunta llega la otra.
¿Cómo hacer la película?
Brisas Heladas surge a partir de un ejercicio de producción diferente a lo que había hecho hasta ese momento. Con Fernanda Taleb, mi productora, socia y amiga desde hace más de quince años, nos propusimos armar un proyecto a la escala de lo que nuestros propios recursos podían resolver. Un proyecto pequeño y a su vez ambicioso. Una película con pocos actores, basada en una obra de teatro que escribí y dirigí, filmada en pocas semanas y con la incorporación de algunos actores más conocidos popularmente en roles secundarios. Apostamos a nuestros recursos más un crédito del INCAA y algunos aportes de amigos que creyeron en lo que estábamos haciendo.
A partir de ahí comenzó un proceso que tenía como objetivo filmar en 4 semanas, pero entendiendo a esas cuatro semanas como un tiempo suficiente y no como un limitación. Pensar el proyecto sabiendo de antemano que no son necesarias más de cuatro semanas y que lo que tenemos es lo que realmente hace falta para hacerla. Si en el proceso de producción me lamentaba de no tener herramientas o recursos significaba que la película no servía. Y eso es lo que me propuse desde hace un tiempo: hacer las películas que sé que puedo hacer sin preocuparme por lo que quizás podría hacer pero no tengo la manera de resolverlo, ya que eso lleva a una frustración permanente y esa frustración termina en el resultado final empobreciendo el proceso creativo y la calidad artística.
Buscando el lugar
El goce es una particularidad que el arte provee más allá de los determinismos. Hoy el corrimiento incomoda, la posibilidad de leer estructuras dramáticas que piden prestados espacios que aparentemente no le son propios resulta fascinante.
Y ahí está la clave, en la idea de espectáculo, en lo que eso significa más allá de las particularidades. La televisión le ha ganado al cine en su espectacularidad y el cine necesita de una espectacularidad mayor para ser convocante y el teatro necesita nutrirse de otros lenguajes para que lo «espectacular» siga generando en el público esa fascinación de tener al actor allí en cuerpo presente y a pocos metros. Pero a veces los artificios son útiles, y la ficción una necesidad fundamental para que aquella persona que pagó una entrada salga satisfecha con esa inversión. Quien paga para vernos, para ver lo que hicimos es porque quiere llevarse algo a cambio, a veces solo se trata de un simple entretenimiento, otras de una posibilidad de reflexionar o pensar que va más allá de la propia obra, En todos los casos es válido. Y en todos los casos sin esa persona que se interesó por ir y tomarse un par de horas de su tiempo nuestro trabajo sería inútil. Y cuando escribimos quizás no pensemos en el público, no hay una idea de marketing en los creadores, pero si hay una idea de diálogo, de establecer contacto con el otro/otros, de sentir que lo que se tiene para decir es porque alguien querrá escucharlo. Y en ese proceso creador no debe haber límites, ni debe haber mezquindad, debe evitarse el encasillamiento y el miedo al riesgo. El artista que no asume riesgos se transforma en un burócrata del arte o en un simple artesano que sostiene el statu quo imperante, sea este determinado por la industria o por la propia (auto definida) modernidad. Con Brisas Heladas asumí un nuevo riesgo, me metí en lugares que no tengo muy transitados. Mi idea era cambiar de playa y nadar en una nueva aunque no la conozca demasiado. La adrenalina del peligro a lo nuevo es lo que hace que mi vida artística tenga sentido, pensarme como alguien que comienza todos los días de cero con la certeza de no tener certezas, con la inconsciencia del que está aprendiendo de nuevo todos los días. Es así que surge cada nueva película, con esa fascinación por tirarme al vacío sin red o caerme del escenario para que el público me ataje y no deje que mi cabeza se rompa contra el piso.
Algún día de mayo de 2014
Es bueno poner un día para comenzar, pero un día que no tenga que ver con el comienzo «oficial» sino con una decisión personal de decir a partir de hoy empieza todo este mecanismo que me encontrará dentro de unos cuantos meses con una película terminada. Brisas Heladas tiene fecha de rodaje para junio. Decir tiene fecha es como esperar el nacimiento que el partero nos anuncia para que sepamos que entre tal y cual día nacerá esa criatura a la que tanto esperamos. La diferencia del cine es que se dan varios alumbramientos a lo largo de todo el proceso de producción. No hay un solo nacimiento sino que en cada etapa nos encontramos con uno nuevo, pero que en definitiva es el mismo: la película y su complejidad. Una película pensada como un ser social que no solo genera algo parecido al espectáculo, al entretenimiento o hasta a la posibilidad de reflexionar, sino como un ser que nos modifica a los que participamos de una manera que posiblemente no lo terminemos de entender hasta que nos sentemos en una butaca a ver el resultado de ese proceso. Una película para mi no es más que la suma de todas las películas que estoy haciendo desde hace años, la nueva es la que sigue a la anterior y la anterior es la responsable de que hoy exista esta nueva. Ponerme a escribir sobre esto, sobre el proceso y los pasos que me llevan hasta allí es una manera de entender el mecanismo y comprender lo que pienso sin pensar, lo que transcurre por mi mente de manera espontánea o a veces premeditada pero que aparentemente no tiene una lógica.
Hacer una película nueva pone en perspectiva los aciertos y los errores de la anterior, aunque no tenga nada que ver con el nuevo proyecto. Llego a una película luego de pelear contra las contradicciones propias, esas que me desafían desde el inconsciente con las alertas y los miedos que surgen cada vez que me enfrento a mi mismo en la exposición desnuda de la obra al momento de que esta invade a ese espectador que espera ver allí algo por lo que vale la pena gastar su tiempo. Brisas puede ser la maduración de un estilo o el principio de algo nuevo o simplemente el eslabón que enlaza partes que parecen estar separadas pero que en el fondo son parte de lo mismo. El cine es una suma de sentimientos, una tormenta que nos arrastra sin darnos cuenta pero que la disfrutamos aunque estemos perdidos en ese remolino que nos lleva hacia lugares inciertos pero maravillosos. Hacer cine por suerte no se parece a nada que yo conozca, solo se parece a la vida pero con la posibilidad de mejorarla, de alterarla de hacerla más divertida, de jugar a que somos los que queremos ser, a jugar a contar lo que queremos que alguien nos cuente pero nunca nos contó. El cine es un juego compartido con miles, con millones que aceptan nuestras mentiras sabiendo que lo son.
Abril de 2014 / Estreno de la obra en Buenos Aires, la soledad del artista ante el tiro penal
Todos jugamos el juego. Hace varias noches que no duermo, o duermo poco. Doce pasos que te separan de la victoria o de la caída. Pero la revancha siempre existe y si sos un buen jugador te encontrarás con más victorias que derrotas, pero hay que saber llevarla. Enfrentarme a un estreno me lleva a mirar alrededor. Ahora estreno la obra, en dos meses filmo la película y luego estrenaré la película, proceso novedoso que comienza mañana y termina dentro de un año o dos: Uhh!! La soledad del arquero ante el tiro penal es un libro de Peter Handke del que Wim Wenders hizo una película a principio de los 70. En los 80 o a fines de los 80 discutíamos el cine de Wenders, que era un lugar a donde ir. Los lugares a veces son personas o a veces son cosas que no responden a una geografía, pero otras veces esas cosas son películas u obras de teatro que sí tienen espacio/tiempo por lo tanto entidad de lugar, entidad geográfica a donde ir. Con un mapa puedo llegar, con un mapa puedo llegar al teatro o al cine. Y en ese mismo trayecto encontrar otros lugares que se mueven junto a mi: lugares/gente, lugares/personas, lugares-personas-sentimientos. Para producir cine, para hacer teatro no basta solo con el talento, inclusive a veces ni siquiera hace falta ser talentoso, hay que saber aguantar y bancar lo que venga aunque esto nos lleve al borde de la locura. La locura es necesaria pero a veces esa locura llega a lo cotidiano y ahí es donde el espanto se apodera de los otros cuando se aplaude al artista pero se esquiva a la persona que está detrás de ese artista. Y de nuevo los doce pasos. Rodeado de gente y buscando ese abrazo privado, ese lugar donde ir cuando las luces se apagan, cuando el aplauso termina. Entonces queda el insomnio y la cama compartida se desvanece.
La fugacidad / Fines de Abril / Pre producción
Todo empieza con la luz y termina cuando la luz se va. El escenario es luz y oscuridad. Los actores bailan en la luz, se arman y desarman en la luz, hasta que la luz se va y la gente aplaude y la luz vuelve para volverse a ir. Y ahí otra vez para todos lados. Buscar bares, calles, boliches, evitar que la noche se extienda. Tal vez sea mejor dormir de día, para que parezca que la noche nunca sucedió.
Policiales de los 70 / Marco de referencia
Tengo una erupción en la frente, que desde hace unas semanas se manifiesta de manera sutil y otras brutalmente, como un anuncio o como el emergente claro y explícito de lo que está por venir, por algún lado las tensiones se hacen explícitas y cuando las reconocemos, solo hace falta controlarlas con la mente. Son casi las 4 de la mañana y hace horas que busco y miro escenas de películas que me acerquen a algunas de las ideas visuales que quiero plasmar en la película. El lunes arranca la pre producción de Brisas Heladas, todo el equipo estará sentado alrededor de una larga mesa y con guión en mano desmenuzaremos cada escena, cada diálogo, cada rincón de ese relato para poder ordenar y organizar la producción y para que cada uno proponga ideas y haga las preguntas necesarias. No sé por qué, pero esta película me traslada a ciertos films de los 70, films policiales de esa década o inclusive alguno del 80 u 81. Brisas abraza mis años adolescentes, como la etapa previa a la que me convertí en director de cine. Pero no cualquier película de los 70, sino las películas policiales filmadas en Estados Unidos y siendo más específico, filmadas en New York. Y propongo explicarme esto casi desde un marco teórico porque necesito también contárselo al equipo con lujo de detalles ya que incluye decisiones estéticas que van desde la Dirección de Arte hacia la Fotografía o desde la Producción hacia el sonido y la música original. Hay vínculos que son caprichosos y no tienen otro asidero más que la decisión que las cosas sean de una manera y no de otra. Pero si bien la referencia estética me remite a New York, la historia de Brisas es bien rosarina ¿por qué el contexto o la relación con NY y a su vez con las películas de los 70? Sostengo hace años que Rosario es una pequeña metrópoli que contiene en ella algo de las grandes ciudades: fragmentos de Paris, de Barcelona, de Chicago, de NY o de la misma Buenos Aires, pueden respirarse o sentirse en Rosario. Cada una de esas grandes ciudades a su vez tiene un componente que las hace identificables por cualquier persona que haya visto algunas pocas películas: son ciudades con ADN cinematográfico, no se pueden pensar sin vincularlas con el cine. Y si bien Rosario todavía no tiene esa característica, está en camino a serlo. A su vez Brisas es un policial y sus personajes tienen la tipología de muchos personajes que hemos visto en el cine y que podríamos identificar muy fácilmente. Brisas parte de un proceso de reciclaje que va de Cassavetes a Tarantino pasando por mi propio cine pero con influencias de William Friedkin, Walter Hill, Sam Pekinpah, Sidney Lumet y Gordon Parks. Ahora bien ¿qué veremos de todos esos directores en el resultado final de Brisas Heladas? SEGURAMENTE NADA de ellos permanezca en esas imágenes, pero hay algo de la esencia de algunos films o directores que me inducen a pensar en un tipo específico de puesta en escena. En una primera lectura Brisas es un film noir y eso -desde la convención- me llevaría a cierta estética en la que debería respetar algunas claves del género quizás más cercano a una prolijidad visual y a estereotipos y/o formas de personajes en los que no queden dudas acerca del terreno que se está pisando. No se puede abordar el noir sin respetar al menos algunas de sus convenciones. Pero lo que subyace es lo que yo denomino un policial-famliar-con-tragedia-incluída. Y es a partir de este concepto que pienso la manera de llevar al cine esta película ya no solo desde el director-guionista sino también desde el director-productor y del director-espectador. Decidí entonces volver a mi orígenes y al primer momento en que yo me encontré con un estilo en el que me sentí cómodo.Y mirando hacia atrás puedo decir que habrá algo de la estética de El Asadito y El Cumple en Brisas Heladas, en relación a la forma, tipo de diálogos y situaciones, pero envueltas en la estructura del género y tamizada por 20 años de transitar las más variadas experiencias. Volver a lo orígenes o continuar sin olvidarme quien soy. A veces los caminos que elegimos te llevan a cualquier parte y nos perdemos en una montaña rusa que puede ser fascinante pero que en verdad no está hecha para nosotros y la inteligencia es saber que hay un punto en donde siempre se puede volver para empezar y si es de cero ¿por qué no? El aprendizaje permanente.
Y ¿qué tiene ese cine neoyorquino policial de los 70 que me resulta atractivo? trabaja sobre tres cosas que a mi me interesan mucho:
1) La crudeza sin artificios en la manera de filmar y fotografiar las escenas, en donde el pulso de la cámara en mano o hasta la tosquedad de un zoom pueden ser parte de la propuesta estética como así también la ausencia de planos fluidos generados por un movimiento de grúa o un carro de travelling inexistente. Es la época previa a la utilización del steady cam que fue como pasarle Blem a la cámara en mano.
2) La intensidad actoral de los protagonistas es el centro de la atención, cada una de estas películas las recordamos siempre por la manera en que ese personaje protagónico nos marcó al verla.
3) El paisaje urbano y los bordes de la sociedad. Son películas en donde la presencia de la ciudad como protagonista la sentimos todo el tiempo, hay una marca de la ciudad como personaje, pero no solo de la ciudad que uno puede reconocer sino la ciudad que hasta ese momento estaba más oculta, las fronteras, los bordes y con ellos los personajes que los habitan que por lo general también establecen hasta colores propios que hacen a la estética de cada uno de los films.
Un día después
Anoche hice una lista de películas que fui copiando en el disco de la compu y de los que editaré fragmentos para llevar a la reunión con el equipo y ejemplificar con escenas algunas de mis ideas. La lista -provisoria- es la siguiente: Contacto en Francia y Crusing (William Friedkin), Sérpico y Tarde de Perros, (Sidney Lumet), Driver (Walter Hill), Superfly (Gordon Parks Jr.), Death Wish (Michael Winner), La Fuga (Sam Pekinpah), Micky and Nicky (Elaine May). A esta lista le agrego algunas que escapan del género pero no del estilo como Looking for Mr. Goodbar de Richard Brooks o alguna de Robert Altman e inclusive Harry el Sucio por más que fue filmada en la costa oeste. Otras referencias pueden ser The Killing of a Chinese Bookie de Cassavetes o Calles Salvajes de Scorsese o las primeras de De Palma (Hi Mom por ejemplo) pero estos directores tienen una impronta tan personal que contaminan de tal manera lo que hacen que al poner una película de ellos de referencia cambia la perspectiva genérica y pasa a ser una perspectiva única e individual. Por eso mismo está bien que estos fantasmas revoloteen o den vueltas por mi cabeza pero que se mantengan a prudencial distancia para quedarme con una idea más abarcadora. Con esto no quiero decir que los otros directores no tengan una marca tan personal, porque de hecho la tienen, solo pensemos en el caso de Sam Pekinpah o Friedkin que son de mis directores preferidos. Pero en estos casos pareciera que más allá de sus marcas de estilo no son tan autoconscientes de su presencia en las películas que propongo revisar para Brisas.
Recuerdos del pasado, ejercicios del presente
Ahora bien ¿cuál es el ejercicio? ¿Mirar la películas? ¿estudiarlas? ¿buscar elementos meramente estéticos? ¿registros actorales? Muchas de estas cosas y ninguna también. Recuerdo que una de las primeras veces en que le planteé al equipo este tipo de mecánica de trabajo fue cuando hicimos El Cumple, ya hace 15 años atrás. En ese momento nos juntábamos un grupo (producción, asistentes, actores, fotografía, arte, etc.) en una casa y yo llevaba una pila de VHS y les mirábamos fragmentos de lo que quería hacer y en algunos casos hasta veíamos la película entera. Con los años mantuvimos esa práctica y los VHS circulaban, y luego también los DVDs y ahora los pen drive. Siempre intenté que estos encuentros se dieran fundamentalmente con los actores que son aquellas personas a las que hay que marcar con claridad aspectos del lenguaje propios del cine para concentrarse y no errar el eje de la mirada. El actor necesita que la mirada sea guiada ya que a diferencia del equipo técnico, no mira con el ojo puesto en el lenguaje específico ya que su mirada profesional se contamina mucho con el lugar de espectador.
Si bien las referencias pueden ser films de los 70, Brisas Heladas no es una película de «época» o que recrea algo que ya no sucede o que sucedió. Simplemente vuelvo hacia los 70 porque para mi hay algo en ese cine que se mantiene vivo y que me gustaría rescatar pero sin nostalgia, rescatarlo de la misma manera que la moda trae al presente la minifalda cada vez que lo considera necesario o el concepto vintage que se ha popularizado tanto y que remite justamente a eso, a revisitar estéticas que pueden volver a funcionar fusionándose con el presente. En este sentido el vestido de Mabel puede ser un claro ejemplo, cuando lo compré yo buscaba algo moderno pero que me remitiera a los 60 y daba la casualidad que en ese momento gran parte de las vidrieras de las tiendas de Manhattan estaban decoradas alla Mad Men, con un toque sixtie siglo XXI porque la misma serie estaba marcando tendencia.
¿Cuál es el ejercicio a realizar?
Ver las películas buscando eso intangible y que es tan difícil de explicar como es el vínculo que se establece con un film. Mirar las películas en un contexto, mirar la estética en ese contexto y ver como se mueven los personajes-actores, como los acompaña la cámara y donde es el espacio que transitan. Y mientras tanto escuchar los sonidos y la música. La música establece los tiempos históricos de manera muy clara en un film. Y este es otro de los puntos importantes y que de la misma manera que se puede rescatar un diseño de vestuario también se lo puede hacer con un acorde que suene hoy pero que nos traslade en el tiempo y el espacio y pueda conectar quizás a Rosario y los actores con la ciudad de ficción que tengo en la cabeza. Y si pienso en la música creo que hay señales casi sobrenaturales que me están indicando que voy por el camino correcto, en palabras más sencillas y concretas: creo que los discos me hablan. Hace unas semanas mientras buscaba unos vinilos en una disquería me encontré la banda sonora de la película Bullit, que estaba entre un disco de Tom Jobim y otro de Arcade Fire, es decir estaba tan fuera de lugar que me resultó extraño, ya que no era una batea de soundtracks, sino que era la única banda sonora allí existente, y ¿a quién le puede interesar hoy en Rosario comprar ese disco? A mi, solo a mi, porque en la historia de Brisas Heladas hay una larga anécdota acerca de Steve McQueen, de la película Bullit e inclusive Mabel le regala a Bruno un Mustang de juguete similar al que maneja Steve McQueen en la película. Compré el disco y ya formará parte de la utliería del film. Pero esto no queda ahi, sino que ayer en mi recorrida semanal por la misma disquería, encontré el vinilo de la banda sonora de Superfy, interpretada por Curtis Mayfield. Superfly también es un policial de los 70 pero con la característica que es de los films que se inscriben dentro de la corriente blaxploitation y que forma parte de un movimiento de films producidos, dirigidos e interpretados por la comunidad afroamericana. Una de las características del cine negro en los 70 eran las bandas sonoras con temas funk y soul de tipos como James Brown, Isaac Hayes, Marvin Gaye y el mismo Mayfield. Pero esa música no quedó como exclusividad de las blaxplotaition movies sino que hay rastros de esa música en otros films de la época y en series de tv clásicas como Baretta o Kojak. Para la obra de teatro de Brisas Heladas armé un tema con sampleos en ese estilo para una escena con Mabel al que llamé: New York Funk Mabel. Hay percusiones, riffs de guitarra y el sonido de los primeros sintetizadores que son una marca de época, y que le dieron paso a la música disco. En Saturday Night Fever conviven estas tendencias. Pero volviendo a Superfly, cuando me encontré con ese disco me hice la misma pregunta que con Bullit, ¿a quién le interesa comprarlo? A mi… y ya hay otro nuevo elemento para la escenografía que vestirá el departamento de Bruno.
El realismo como una necesidad narrativa que se repite con el tiempo
Pero la aparición de este realismo en las películas de los 70 no fue producto de una casualidad sino también de una necesidad de renovar el lenguaje ya que el sistema Hollywoodense durante los 60 entró en crisis y los directores jóvenes formados al margen de la gran industria fueron los que le salvaron las papas para luego también insertarse en el negocio. Y el realismo duro o esa impronta que nos pone contra la pared a nosotros como espectadores es algo que siempre está volviendo o que nunca se termina de ir y creo que por eso mismo mantiene su vigencia y actualidad.Ni Cassavetes ni Rosellini pasan de moda. Y rastreando películas que se acerquen y comulguen con el estilo me encuentro agregando a la lista a Abel Ferrara y concretamente a Bad Liutenant y le podría sumar El Rey de Nueva York y algo del Tarantino de Jackie Brown. Ferrara y Tarantino están conectados con el cine policial de los 70 pero cada uno lo vuelve a revisitar desde miradas propias, Ferrara siguiendo un estilo más cercano al under, a Cassavetes y Tarantino apuesta a la sofisticación estilística re escribiendo todo ese cine pero con elementos cult-retro-vintage para transformarlos en moda.
Tomar y dejar
Brisas Heladas tendrá la impronta dura, hard y sucia en el registro, pero apelará a la idea de la re versión de muchos elementos, desde lo estrictamente visual, como la decoración del departamento de Bruno, donde deberá convivir lo actual con algo que nos corra temporalmente y nos produzca el extrañamiento que toda ficción necesita para diferenciarse un poco de la realidad. Desde esta perspectiva de modificación también me planteo lo musical dejando de lado el funk-soul de los policiales de referencia trabajando un sonido de guitarra distorsionado más duro y crudo y que acompañe la oscuridad de ciertos momentos
Confiar en las dudas, dudar de las certezas. Cuando la suerte te explica donde pisar y cuando el azar juega de tu lado no hay razón para que no creer en el destino o en esa fuerza superior a la que nos enfrentamos desde el intelecto pero nunca desde la emoción. Y el cine es emoción, el cine es religioso y a veces una religión en sí misma. Las sumas dan lo que tienen que dar pero la matemática también falla y los cálculos y las especulaciones a veces se alejan de nuestros pronósticos.
Junio
La película hoy es un cigarrillo de marihuana sin fumar y mañana empezará a transitar por las neuronas haciendo el efecto deseado mientras el papel se consume o el tabaco desaparece de la pequeña pipa. El Museo de Arte Contemporáneo de Rosario ya es la casa de Bruno. El MACRO está tomado por nosotros. Okupas cinematográficos metamorfoseando lo establecido, como un torbellino que disfruta de la alteración del espacio/tiempo. La mayor parte de la película se filmará en el último piso del MACRO en donde convertimos ese espacio en el departamento del personaje de Bruno, interpretado por Juan Nemirovsky. Casi dos semanas de rodaje allí por las noches. Y durante el día el set se transformará en una muestra para que los visitantes del Museo la recorran como una instalación. Cada tiempo tiene sus noches, sus historias, sus amores y su perdición. Como vos y yo le dijo ella a él en un diálogo que podría haber estado pero que no está. El Buquebus llegará pronto de Montevideo y el avión de Buenos Aires y Elli pisará Rosario y posiblemente la extranjera traiga su propia magia.
Del teatro al cine
¿Cómo enfrentar Brisas Heladas desde las certezas? porque luego de un año de funciones en el teatro con textos y situaciones que tendrán muchos puntos en común con la película hay que pensar en nuevas motivaciones para cada uno, inclusive para mi. Las noches y los días me acercan a la película y me acercan a otros tiempos lejanos y cercanos. Por eso las noches son el refugio que busco antes de empezar con Brisas, que también es nocturna, tan nocturna como la noche que empieza o la que terminó hace unos días a las 7 de la mañana entre copas, teatro y comida francesa.
Hablar
La conversación: esa es mi especialidad en el cine y en el teatro cuando me pongo a escribir. Me gustan las conversaciones de los personajes, me gustan los personajes que hablan, los que dicen cosas que por momentos son las que decimos nosotros en una charla tonta pero que se mezclan con esas otras palabras que nos suenan importantes pero que tal vez tengan la misma relevancia que las pavadas. Palabras y conversación: también la base de Brisas Heladas, Mabel y Bruno no paran de hablar. Los actores de Brisas… entran en un registro de comedia pero saliendo hacia un espacio más negro y duro que sabemos que no puede tener un happy end. Mabel y Bruno aceleran su charla y las referencias al cine y a la música no paran ni dejan de escucharse. Disfruto de las charlas de Mabel y Bruno, disfruto de los actores, de Celia y de Juan. Disfruto de las charlas, como disfruté hace unas horas de una cena con aire francés. Aperitivo, teatro y comida francesa mientras preparo una película. Una película que también se filmará en ese restaurante, desde donde Antonio, el mafioso de Brisas maneja los hilos de la trama. Restaurante y mafia, gastronomía y violencia. La comida y el amor acompañado del odio más feroz. Links inevitables. En otra época el comienzo del rodaje tenía otros preámbulos. El tiempo que modifica las cosas, el tiempo que modifica el propio tiempo y los pensamientos que el tiempo se lleva y que ya no recordamos. El tiempo es la única variable que no varía y que nos da la idea de nuestra existencia tan finita e inexplicable. El cine es la construcción del tiempo sobre un soporte que se modifica (con el tiempo).
Los nervios deberían ser lo que me produzca un leve estado de ansiedad en estas horas, en este fin de semana. Pero no, ni nervios, ni ansiedad. Una espera calma. El lunes se encuentran Mabel y Bruno. Primeras escenas, primeras charlas. Entrar en calor, ver a los personajes moverse por la pantalla. Moverse delante del cuadro de la cámara.
Pensar sin pensar / Sonidos / Actores
Elegir el encuadre. Nunca elijo antes el encuadre, siempre espero que el lugar me diga, me indique en ese preciso instante donde y como poner la cámara. No puedo llegar al set con una idea predefinida de la puesta de cámara porque sé que me va a condicionar. Solo puedo llevar preparada una idea cuando se trata de un plano secuencia porque necesita una elaboración previa, pero por lo demás me dejo llevar por el momento, por el mismo clima y la situación que se genera allí.
Brisas Heladas debería sonar como la guitarra de Jack White. Brisas Heladas debería sonar como Link Wray que a su vez toca un tema que se llama Mustang como el auto que Mabel le lleva su hermano, como el auto de Bullit.
Sé como filmar a Celia Ferrero/Mabel, sé como filmar a Juan Nemirovsky/Bruno, sé como filmar a a Norman Briski, ahora tengo que descubrir como filmar a Elli Medeiros y más adelante como hacerlo con Gastón Pauls. Los actores y la cámara establecen una relación única e intransferible. La cámara se enamora o discute con los actores. A veces la cámara acompaña y otras se rebela como si quisiera elegir otro rostro. La cuestión es poder dominar la cámara para descubrir lo que subyace debajo de la superficie y que pocas veces se deja ver.
Días de rodaje.
El rodaje termina a las 3 de la mañana, pero mi día termina más tarde. Son las 5 y todavía estoy frente a la computadora mirando no sé que cosa, escuchando a Rod Stewart y su disco Atlantic Cross. Pasaron 12 horas. Un rodaje calmo, tranquilo con la paz que es producto de la experiencia y de conocernos todos demasiado y de entendernos casi con una mirada. Y con los nuevos pasa lo mismo. Aquellos que hoy son parte del equipo por primera vez los siento como si siempre hubieran estado. Pero todo tiene sus complicaciones. Los rodajes, aunque calmos, tampoco son sencillos, y las cosas que pueden salir bien también lo pueden hacer no tan bien o de manera errada. Por suerte en el cine podemos repetir, repetir hasta que todo esté en su justo punto, pero claro, tampoco podemos hacerlo de manera permanente. Hay un momento en que debemos confiar que lo que tenemos es lo que vale o al menos es lo que mejor pudimos hacer, porque esa es la manera de seguir adelante. Primeros días y actores un poco nerviosos que se fueron acomodando. No es sencillo tener en la cabeza la versión teatral de la obra y luego pasar a poner en escena los mismos diálogos pero en el contexto de un set. Hay pequeñas fricciones y eso me gusta aunque por momentos cause incomodidad. Una mala cara, una pregunta fuera de lugar o una respuesta con un tono un poco alto, son necesarias, porque insuflan de más vida un rodaje. Las tensiones siempre sirven mientras las mantengamos en el tono y la dimensión justa. Pero de esto me encargo yo y por eso mismo no le temo a que por momentos el aire se corte con un cuchillo para que en minuto siguiente todos podamos reirnos de ese instante anterior. De alguna manera somos como una gran familia y sin pequeñas rispideces las familias no serían familias.
Día 3
Un cortado y un sandwich mientras intento que reviva mi teléfono celular que en la madrugada de anoche el impacto contra el piso lo dejaron una vez más sin funcionar. Una vez más a salir a buscar un aparato que lo reemplace. En el medio de un rodaje quedarse sin celular es un privilegio que no se puede correr. Las dos últimas noches en el set la película comenzó a transitar los carriles que todos esperábamos. Sencillamente los actores se encontraron totalmente con los personajes y los personajes cobraron vida, la vida intensa que necesitaban para conmovernos y sacudirnos. Y allí en ese lugar Celia y Juan o Mabel y Bruno lo saben hacer perfectamente. La confianza de estas noches ganadas en donde nos llevamos más de lo que esperábamos es el mejor aliciente para que dentro de pocas horas terminemos la primera semana con la tranquilidad que estamos yendo por el camino correcto.
Elli
Elli Medeiros llegó en viaje que la trajo de Montevideo a Buenos Aires y luego de Buenos Aires a Rosario. Elli presencia la escena en donde la pelea de Mabel y Bruno hace estremecer al equipo y me dice que ya se siente contagiada de la intensidad de esos actores. Me doy cuenta que la manera en que filmo Brisas no era la que yo pensaba. Me propuse dejarme sorprender por lo que surgiera, por lo que pasara por mi cabeza en ese momento o por lo que el espacio y los cuerpos de los actores me dictaran. Hablé mucho de la estética de los policiales de los 70 neoyorquinos, de cierta suciedad que quería darle a la imagen y una cantidad de cosas que en definitiva no hice. Me parece que en un momento me acerqué a esas ideas pero en otro me alejé muchísimo y creo que fue lo mejor que pude hacer. ¿Por qué?porque miro las imágenes y encuentro algo que no busqué pero que me encanta haber encontrado. Encontrar sin buscar.
Día 5
La última jornada de la semana explotó, parecía la más tranquila. Empezó en calma, llegó la tempestad y sobre el final la tranquilidad de haber hecho las cosas como se debían hacer y poder ir a tomar unos tragos con el alma en el mejor lugar pese a los temblores. A veces sucede que las películas son el punto de encuentro de tantas emociones y tantas sensibilidades que una palabra dicha en el momento equivocado o una frase desafortunada desencadena una sucesión de hechos que nadie hubiera imaginado minutos antes. Es así que en un momento parecía que todo se iba al carajo y los amigos de toda una vida estaban a punto de dejar estallar una bomba que por suerte se desactivó para poder seguir, quizás mejor ya que las broncas expresadas sin eufemismos hacen que la vida continúe mejor de lo que era hasta ese momento. Esa última noche de la semana nos encontró a Juan Nemirovsky y a mi tomando algo en El Diablito, la locación del día lunes, y era el mejor lugar para tomar un mojito o un fernet.
Sobre lo que hay y no hay
Día a día miro lo que filmamos y todavía no se cual es la diferencia entre lo que escribí, lo que pensé y lo que la cámara está imprimiendo. Cambie algo en la manera de filmar, pero creo que sigo fiel a un estilo al que no podría describir. Entiendo que que hay algo que me sale naturalmente y que me lleva a resolver las situaciones, a hablar y sacarle cosas a los actores, encontrar la disposición de la cámara. Llego al set y por momentos creo que no se nada y nada de lo que veo me convence y de repente todo se empieza a ordenar y encuentro la forma, el movimiento, el tiempo y los planos se organizan en mi cabeza como una melodía que ya conozco. Atravesar por la filmación de una película con la pasión y el entusiasmo que lo hacemos es como vivir muchas vidas juntas o que el tiempo avanza de manera desproporcionada a la realidad. Cuatro semanas de pre producción y cuatro de rodaje parecen dos años de nuestras vidas vividas intensamente. Con Elli Medeiros hablábamos hace unos días, ella ya desde Paris y yo desde Rosario acerca de la intensidad de lo que fue su paso por el rodaje y en un momento mientras conversábamos de todo lo que había pasado nos dimos cuenta que al final del camino hay una película, pero hoy la película es el bonus track de esta vida -por momentos al límite- que es el rodaje.
El cine permite todo. Permite mi felicidad y la de unos cuantos amigos. Hoy digo: que buenos momentos, pero que lástima que haya que editar la película, porque viviría filmando aunque esto nunca se viera en una sala. Creo que me gusta más filmar que terminar un film. El estado de «en rodaje» es algo de una intensidad que es muy difícil de poder transmitir.
Antes mencioné la palabra familia y es a lo que más se parece este equipo aunque parezca un lugar común. Pero quizás el lugar deja de ser común cuando nos pensamos realmente como partes de esa familia que desde hace un par de décadas no para / no paramos de-mirarnos-las-caras-de-memoria-y-entendernos, también de memoria. Pero lo más atractivo de esta familia es que como toda familia, crece, se multiplica, algunos parten, otros llegan y siempre tenemos los brazos abiertos para aquél que decide regresar. Y aquí en este rodaje confluyen esa familia que elegimos aunque no sea de sangre y también aquella que no es más que la continuación de la sangre, un honor que no sé cuantos pueden tener en el mundo del cine.
Los espejos son los que nos devuelven la realidad o los que nos devuelven lo que a veces no queremos ver. Una película es un espejo donde el director puede reflejar sus convicciones y sus miedos, su capacidad, su pericia y por qué no su torpeza. Pero el reflejo en ese espejo todavía no se puede ver, porque hay solo una porción que se vislumbra. La edición, la música, los efectos, la ropa que vista a Brisas nos podrá dar una dimensión real de lo que estamos haciendo aunque hoy tengamos/tenga la certeza que todo esto está buenísimo.
Y mañana o pasado mañana nuevamente a rodar, ya casi sobre el final de una historia que empezó con el final de una historia y quizás termine con el comienzo de otra o simplemente con la continuación de ese epílogo que sin ser trágico también tuvo la dureza que hace que las personas saquen a relucir sus miedos, sus contradicciones y sus miserias, como Bruno y Mabel, los personajes de Brisas porque Brisas quizás sea también parte de ese reflejo del que hablaba antes, pero ya no el reflejo individual, sino el reflejo de todos nosotros que somos valientes como Mabel y cobardes como Bruno, pero también somos arriesgados como Bruno y frágiles como Mabel, y nos ataca más de una vez el sentimiento de venganza de Carmen o la frialdad maquiavélica de Antonio. Brisas como reflejo de lo que somos o de lo que no queremos ser.
Teatro, Cine y Plano Secuencia
Extrañas han sido y son estas Brisas Heladas, intento encontrar las palabras que me den respuestas a algunas preguntas. Cada vez que hago una película necesito re pensarla, necesito saber hacia donde voy. Necesitaba escaparme de la obra de teatro y evitar las comparaciones. El lugar común diría que para que no se parezca al teatro debo recurrir a la variedad de planos, al primer plano, al detalle, al montaje con el que obligo al espectador a mirar hacia donde yo le indico, la partición en planos me permitiría una puesta cinematográfica-no teatral. El teatro en cambio sería como un gran plano secuencia. Sin embargo no seguí esas indicaciones o especulaciones y me lancé a filmar no solo en largos planos secuencia sino también en encuadres bien abiertos en donde el ojo ve todo o casi todo lo que hay delante de la cámara, casi como en el teatro. Pero no hago teatro, hago cine pero desafiando lo que podría llamarse una concepción teatral. Y la clave de esto está en la utilización del espacio. Al teatro podríamos llamarlo también como un cine en tres dimensiones reales que se puede ver sin anteojos. Nadie duda de la tridimensionalidad del espacio teatral, pero hay algo que hace que cuando nos sentamos frente a una obra de teatro por momentos tengamos la sensación de bi dimensionalidad. Sensación dada muchas veces por los elementos escenográficos, la luz y el propio espacio donde se desarrolla la obra. En la película de Brisas Heladas trabajé un concepto tridimensional en dos dimensiones a partir de los lentes utilizados que me permitieron establecer la profundidad y la composición del plano conjugando un estilo cuasi documental con un planteo estético de gran cuidado en el encuadre y la fotografía. Pero todo esto lo veo ahora, ya que en el proceso lo que arremete es la inconsciencia consciente y la premeditación casual. Tengo por práctica también filmar las escenas en planos secuencia pero que en el montaje dejen de serlo para poder aplicar cortes. Filmo varias veces la misma escena con alteraciones en los valores de planos y poniendo el punto de vista preferentemente en un actor distinto en cada toma. Esto permite que el actor pueda desarrollar toda la escena tal cual lo haría en el teatro, descargando toda su energía en escena sin que el corte lo interrumpa. Y aquí no me importa si en algún momento puede haber un salto o una falta en la continuidad de las acciones, ya que la propia intensidad de la acción deja en un segundo plano cualquier detalle menor. La acción y el dramatismo puesto al servicio de una buena situación o un buen guión tiene ventaja sobre el calculo detallista de un guión técnico con muchas precisiones.
El Plano Secuencia en Brisas Heladas
La segunda escena de la película es un largo plano secuencia en donde los personajes hablan justamente del plano secuencia, de la misma manera que lo hacen los personajes del film The Player de Robert Altman al inicio de su película. En este plano secuencia también se menciona la película de Altman ya que uno de los dos le cuenta al otro que está haciendo un seminario de cine y trata de explicarle a su compañero lo que es una toma sin cortes. Me interesó comenzar así la película como un juego y un divertimento, En un momento uno le pregunta al otro ¿Para qué se hacen los planos secuencia? y su amigo no sabe muy bien que responder hasta que dice que se hacen para que la gente hable, o para que los críticos opinen. Y esta pregunta y respuesta también era una pregunta y una respuesta para mi. A mi me gustan los planos secuencias, me parecen un desafío muy atractivo para correr y probar y probarme. Pero si me pongo a pensar es probable que en la mayoría de los casos pase esto por una cuestión de ego del director que de una necesidad narrativa específica. Y la frase “para que los críticos opinen» lejos de ser una ironía hacia el periodismo es como decir “háganse cargo ustedes de decir para qué carajo hacemos estos planos secuencias”. Yo tengo mis respuestas a esto y están directamente vinculadas con el trabajo con los actores, para mi es útil un plano secuencia en una escena intensa de dos actores porque la posibilidad de seguir actuando sin la pelagra “corte” de por medio, les permite a ellos llegar más lejos de lo que lo hacen sin preparan este trabajo de la manera más tradicional.
En la próxima semana terminamos el rodaje, nos faltan dos días y todo quedará en el disco rígido. Ya hay un cierre que se avecina. El final de algo que empezó hace dos años cuando se me ocurrió pensar una nueva obra de teatro y escribí una escena (que hoy permanece en la película) en donde Mabel-Celia Ferrero llega a la casa de Bruno-Juan Nemirovsky. En ese momento, no era un policial, sino una historia de tintes más cotidianos entre dos hermanos en conflicto. De aquellos ensayos hasta hoy pasó mucha agua debajo del puente, muchos cambios, una obra, una película, varias vidas, enfermedades, crisis, dolores, unos cuantos encuentros y algunas decepciones, pero también festejos por los momentos inolvidables y la mirada puesta hoy en la ventana que me avisa cuando llega la mañana.
Parado frente a Gastón Pauls, en la última toma de la película, paradójicamente el último plano que filmamos es el último plano de Brisas Heladas, la última imagen que se verá en la pantalla. El 25 de julio en el edificio de la Biblioteca Vigil transformado en el despacho de un detective o un fiscal. La escenografía remite a cine en estado puro, a esas oficinas en donde el supuesto culpable es interrogado por aquella persona que aparenta saber más de lo que dice pero que a su vez tiene una complicidad -no dicha- con el acusado/a.
Ultimo día, y el equipo se abraza, como un ritual. Con algunos, estos abrazos ya son recurrentes, con otros los iniciamos hoy, pero tanto en unos como en otros podemos adivinar en cada rostro que la hemos pasado muy bien. El sabor del trabajo cumplido con creces transforma a esos abrazos entre viejos conocidos en un gran desahogo, en sonrisas que dicen: una más… y nos esperan otras tantas. Y los abrazos con los nuevos nos invitan a volver a encontrarnos en un futuro no muy lejano para decir también: una más.
Los actores invitados:
Norman
Los actores son lo que más me atrae al empezar a preparar una película, quizás por eso se me ha despertado hace unos años la pasión por el teatro, disfruto mucho de hacer teatro, fundamentalmente porque me gusta construir de a poco los personajes, probar, experimentar y divertirme ensayando. La combinación de actores de Rosario que tienen menos exposición pública junto a figuras conocidas o populares es una especie de constante en mi cine. La mezcla de experiencias siempre me ha funcionado muy bien. Yo preparo a los actores rosarinos que tienen más tiempo y disponibilidad para ensayar y los cruzo con los actores que llegan de afuera que por lo genera cuentan con poco tiempo, por lo tanto debo resolver en horas o pocos días lo que con los otros lo puedo hacer a través de semanas. En Brisas Heladas vuelvo a trabajar por quinta vez con Norman Briski. Norman participó en mi primer largometraje, que lo filmé en el año 1989. En ese momento hizo una colaboración de una sola escena, pero a partir de allí trabamos una relación que con el tiempo se transformó en una amistad y sociedad de actor-director que tengo el placer de haber construido con unos de los mejores actores de este país. Norman es un tipo difícil para trabajar si no lo conocés o si el no te abre la puerta para entrar en su mundo. Es un actor con muchísimos recursos pero como todo actor necesita depositar la confianza en la mirada del director en el momento de filmar y si como director yo no le puedo dar la confianza necesaria él va a hacer lo que le parezca a él y no siempre puede ser lo que la película necesita. En este sentido he tenido la suerte de poder establecer con Norman una comunicación en base justamente a la confianza, y lo que hago con él es escucharlo y poder responderle todas las dudas y preguntas que me haga. Porque lo que debemos entender los directores es que los actores, así sean principiantes o super experimentados, siempre tienen dudas y miedos (aunque a veces no lo demuestren). La duda es algo que atraviesa a todos los actores antes de empezar una película, ya que ellos no tienen la posibilidad de verse ni de recibir (como en el teatro) una sensación inmediata que llega de la platea y que confirme o rectifique lo que ellos sienten. Por otra parte Norman es una actor que cuando lo llamo sé que lo hago para ciertos personajes o papeles que lo van a hacer sentir cómodo y con el cual vamos a poder trabajar y pasarla bien. Briski es un actor (como casi todos los de su generación) que han construido una carrera, un prestigio y una manera de trabajar en base no solo a su talento sino también a armar ciertos personajes y situaciones que le encajan como anillo al dedo. Y yo creo que a los actores hay que convocarlos de la misma manera que lo haríamos si armamos un equipo de fútbol, para jugar de 4 no voy a llamar a un 9 y para un arquero no voy a poner a un goleador. Con los actores pasa exactamente lo mismo ya que hay pocos jugadores de toda la cancha, pero cuando llamamos a uno para un puesto, tenemos que tratar que sea el mejor.
Gastón
Con Gastón ya nos habíamos visto alguna vez en esos lugares en donde nos invitan a los directores y actores para que mostremos nuestras películas y que hablemos con la gente. Unos cuantos años atrás compartimos un largo fin de semana en Puerto Madryn entre cine y ballenas. Y hace unos meses volvimos a coincidir en Rosario por un proyecto en el que estamos trabajando juntos y con amigos comunes y que posiblemente sea una nueva película. A partir de esto le propuse el rol de El Detective en Brisas Heladas, un papel distinto al que estamos acostumbrados a verlo a Gastón pero que me parecía que lo podía resolver perfectamente. Teníamos pocas horas y el tiempo apremiaba para una serie de escenas que son el presente de la historia y neurálgicas en la trama de la película. Gastón y Celia coincidieron en el tono y la tensión que la escena necesitaba con los tiempos exactos y los silencios necesarios. Él entendió perfectamente nuestra forma de trabajo y con el profesionalismo y el talento que solo tienen los muy buenos actores procesó el personaje y el mecanismo necesario para resolver cada escena siguiendo las pistas que el guión le había dado. En estos casos desde mi lugar de director lo que hago es hablar de los pequeños matices y de las sutilezas porque el resto ya está incorporado en el actor. De esta manera podemos ir hacia lugares más exactos y específicos como ser una mirada en un momento clave o una pausa acompañada de un texto inexistente pero que todos lo podemos leer. El trabajo con Gastón tiene un punto de coincidencia con el de Norman Briski: los dos son actores con mucha experiencia tanto en cine como en televisión por lo tanto podemos trabajar en poco tiempo cada escena ya que conocen a la perfección la mecánica de este trabajo. Pero también hay un punto de diferencia y que es: mientras Norman necesita que le brindemos libertad para poder acomodar el personaje a su persona, Gastón acomoda su persona al personaje. Esto hay que saberlo o al menos intuirlo porque de que lo sepamos depende la eficacia de las escenas o situaciones.
Lo que no logró Johnny Rotten
Tengo una bala en el bolsillo, una bala de salva, una bala estallada, una bala de Brisas Heladas. Tengo una bala en el bolsillo y es un amuleto o algo parecido. porque no es cualquier bala. Cuando Elli se tapó los oídos y se fue al camarín, todos quedamos tiesos sin saber qué hacer. Ella tenía puestos tapones de siliconas en sus oídos pero el estallido del arma en esa habitación le provocó un trauma acústico. Elli a lo largo de su vida se ha expuesto a decibles muy altos de sonido en shows como así también en las grabaciones de sus discos, ella ha tocado con todo el abanico de grupos punk de los 70. Esos volúmenes tan elevados le han sensibilizado la audición por haber permanecido una gran temporada en la cima del sonido. En la escena final hay disparos y esos disparos son tan necesarios como la línea de diálogo más importante de la película, por lo tanto había que probar el sonido de las armas antes de poner en juego la escena. Gran parte del equipo tenía puestos los tapones de silicona en sus oídos cuando yo disparé el arma. Fue un disparo que retumbó en todo el ambiente, pero que a Elli le pegó alterando su estado auditivo-emocional y a partir de allí no sabíamos ni ella ni nosotros si podría terminar la película. Uno de mis amigos y socios eventuales de esta película es médico y su padre tiene una clínica de otorrinolaringología y le practicaron estudios, audiometrías y demás cosas a la madrugada de ese día para que con la incertidumbre de volver o no volver a rodar, retomamos la filmación a las 3 de la mañana y una jornada que estaba prevista terminar pasada la medianoche se extendió hasta el amanecer del día siguiente. Ya más relajados y con la certeza de que la película continuaba su curso, Nora Lezano que presenció todo el evento me dice: Lograste lo que no pudo hacer Johnny Rotten casi la dejaste sorda.
La Música
Y hay una canción para Brisas Heladas que habla de piernas largas que huyen de la sangre, de cuatro disparos, de alguien que no deja de mentir, de una carretera que se ensancha para poder escapar. El sonido que me imagino es de una guitarra distorsionada, un sonido sucio que puede remitir tanto a Link Wray como a The Dead Weather y un toque de Sonic Youth (que se lo debo a Nora Lezano). Las películas me han permitido darme los gustos que nos podemos dar en esa vida “para real” que es el rodaje de un film y que en la vida real real a veces sería más complicado. Uno estos gustos fue componer (si vale el término) y tocar parte de la música de Brisas Heladas. Para la obra de teatro diseñé y compuse la banda sonora a partir de loops, samples y acordes con la guitarra eléctrica. Algo similar había hecho con un film anterior (Lejos de París). En el trayecto que fue entre las presentaciones de la obra de teatro y el rodaje de la película fui tomando clases con mi amigo Bonzo Morelli, uno de los mejores guitarristas que conozco. Con la humildad de los grandes se permitió darme clases para poder sacar y combinar acordes a partir de mis limitaciones. Pero las limitaciones también sirven para trabajar a partir de ellas y es así que dejando de lado los prejuicios (los míos y los de los que hablarán en el futuro) me dediqué a buscar sonidos que pudieran convertirse en parte de la música de Brisas Heladas que siempre imaginé a partir de guitarras distorsionadas. En este punto una primera referencia fue Link Wray y por otro lado Sonic Youth. Cuando digo referencias es sólo eso y no pretendo que se establezca ninguna comparación al respecto. Y otro de los gustos que pude darme en este sentido fue que Elli Medeiros colaborara en uno de los temas del film. Elli Medeiros, la actriz que atravesó el mar para llegar a Rosario y filmar tiene un pasado netamente musical. Fue la punta de lanza del punk en Francia con su grupo Stinky Toys, compartió escenario con los Sex Pistols y Clash, entre otros, para transformares luego en una de las voces más importantes del rock francés. En el momento en que Elli estuvo rodando Brisas, yo solo tenía uno de los temas que iban a ir en la película, y que era una variación sobre parte de la música de la obra de teatro: un par de acordes con la guitarra eléctrica y una batería acompañando. Le propuse a Elli volver a grabar el tema pero quería introducir la voz de ella con una letra que pudiera interactuar con la música. Entonces una tarde en la que salimos a caminar al lado del río, por la costanera rosarina, Elli me hizo escuchar en su teléfono la letra que acompañaría al tema musical. Al otro día organizamos la grabación en un estudio, supervisada por Iván Tarabelli, autor de casi todas las bandas sonoras de mis películas y que a su vez es quien se encarga de mezclar y hacer toda la postproducción sonora de mis films: un músico-sonidista, con una gran talento para entender lo que necesita sonoramente un film. En la grabación participó Emiliana Arias en la batería, y tuvo el asesoramiento de Bonzo Morelli ya que gracias a él logré conseguir ese sonido en la guitarra. El tema tiene una cercanía con Rumble de Link Wray, aunque el nuestro es mucho más modesto y simple. La experiencia de grabar música por momentos me parecía hasta más seductora que hacer una película. Me entusiasmé y a la noche, mientras editaba conectaba mi Fender Telecaster a un pequeño amplificador buscando acordes para algunos momentos de Brisas Heladas. Y a medida que iba probando me encontré con un par de bocetos que podían funcionar, es así que le pasé estos borradores y un par de letras que había escrito a Laura Cicerone, una excelente cantante que tiene un registro que va desde el blues hasta la canción más confesional. Le pedí a Laura que pensara como encajar armónicamente esas letras con la música que había compuesto y es así que grabamos dos temas, a los que se sumó Bonzo en otra guitarra aportándole un sonido más preciso y su virtuosismo que contrasta perfectamente con mis formas más primitivas. La experiencia fue como tomar aire fresco, ya que me permitía trabajar en la post producción de Brisas Heladas pero a su vez respirar algo diferente y eso me daba más ímpetu para volver sobre la edición. El resto de la banda sonora musical la hizo Iván Tarabelli, con temas que tenían una impronta más cercana a cierta música negra al estilo de Curtis Mayfield o Marvin Gaye, ya que me interesaba sumar ese sonido tan característicos de películas de los 70. Iván también introduce un teclado dentro la música incidental que funciona marcando momentos extremos o límites pero a través de un registro muy sutil. Mientras terminábamos de armar la mezcla yo esperaba que un músico amigo me enviara un tema que le había pedido, pero dio demasiadas vueltas y me mandaba temas que en realidad no me servían porque la estética de la película y la escena puntual donde ese tema aparecería requería otro tipo propuesta. Y como ya no podía esperar más ni salir a buscar a otro músico que entendiera lo que quería, volví a componer un tema nuevo con la voz de Laura Cicerone. Sobre esa base Iván le agregó una percusión y le dio forma en la mezcla definitiva.
Ya tengo a Brisas en la computadora para verla, por partes, despedazada, a la espera de sentarme a editar y a buscar algo que seguramente todavía no he visto pero que sí he filmado. La película comenzará a cobrar una dimensión diferente y por eso en estos días no me he animado a ver nuevamente las tomas o el armado en borrador de algunas escenas. No he querido verla porque seguramente me pelearé con Brisas para luego enamorarme de Brisas hasta que encuentre el punto justo que no debe ser el amor incondicional (nunca lo aconsejo) pero tampoco una mirada extremadamente autocrítica. Escribir sobre Brisas me permite acercarme mejor a la película, ya que puedo pensarla con un poco de distancia para poder discernir lo que la película necesita.
Viene una etapa de ansiedad, de saber o de no saber lo que sucederá cuando la pantalla se llene con el cuerpo de Mabel y Bruno, cuando las butacas de las salas se completen o cuando sean espacios desolados. El stress del cine ataca con fuerza en el momento del estreno, cuando comprás el diario del jueves o lo buscás por internet para ver las estrellitas, las sillitas o los puntitos que te tocaron. Y juro estreno tras estreno que no estaré pendiente de eso, pero bueno… el director que diga lo contrario es probable que mienta. Mientras tanto, ahora, el papel en blanco llama, pide que vuelva a empezar a llenar con palabras lo que en un futuro puede ser una nueva película. Hay guiones en carpetas guardadas en DOCUMENTS o DOCUMENTOS, hay ideas que me seducen, hay proyectos que aparecen en el horizonte y otros que ya empezaron a moverse. El tren no para, de eso se trata.
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Gustavo Postiglione
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